Luego de unos días por la lentamente reconstruida Oporto, partimos en tren con M hacia Coimbra, Portugal – Viajar en tren por Portugal esta muy bien –
Reconozco que no tenia casi idea de este país salvo lo que mi Madre contaba de su juventud, hace mas de 30 años atrás. Y me sorprendió, para bien.
Si bien mi Madre nació en Portugal, su punto geográfico queda dentro de esta ciudad de estudiantes, fados y adoquines.
Aquí estuve de muy pequeña, tanto como para no recordar ni cuando veo las fotos, necesitaba volver y ponerle forma a las historias de mi madre, sentir y tal vez descubrir algo mas.
Sin saberlo nos alojaríamos en la parte vieja de la ciudad, estábamos detrás de la catedral Se velha, la más importante de Portugal y la única románica que ha sobrevivido – desde nuestra ventana podíamos ver su parte trasera.
Para llegar hasta ahí hay que hacer unos caminitos bastantes empinados, que por momentos se volvieron más pesados que el calor, pero después uno se acostumbra… uno puede escuchar por ahí – “No mais escadas”-. Pero más allá de este detalle tal vez un poco desalentador, uno se va entreteniendo con las fachadas, los mismo pisos, los negocitos, ventanas, la música, y pone atención a lugares donde quiere ir a conocer luego.
El fado por aquí es muy importante, es su folclore, su modo de cantar las penas, y la historia. De ahí su término de “saudade” tan difícil de traducir, personalmente es una música que me gusta, mi madre siempre la escucha y la canta, con esa hermosa voz que tiene. Y si bien todavía no habíamos podido coincidir en ir a ninguno de todos los sitios donde lo cantan, de casualidad ya volviendo a dormir, en un pequeño y bello bar – cerca muy cerca del hostel – se escuchaba la melodía inconfundible de la mano de dos mujeres, y allí nos detuvimos a tomar algo mientras disfrutamos de tan nostálgica y abrazadora música.
Luego de que disfrutáramos los alrededores de Coimbra de la mano de una amiga de mi madre, conociendo donde había nacido, la casa donde se había criado (donde no había sido tan feliz) y donde se había enamorado de mi padre, decidimos antes de irnos de esta ciudad recorrer la parte universitaria (cerquita de donde nos alojábamos), patrimonio de la humanidad, y una de las primeras universidades que se fundaron en Europa, con una hermosa biblioteca barroca llamada Joanina, que además de ser una reliquia muy bella, tiene la particularidad de estar repleta – desde el siglo xvi – por una colonia de murciélagos, guardianes, que consumen los insectos llamados bibliofagos, conservando así ejemplares bibliográficos centenarios.
Y así Coimbra nos dejó río, “portugal dos pequenitos” de la cual tengo fotos de niña, antigüedades, música en las calles de la mano de algún joven guitarrero, una noche de kermesse con parque de diversiones, actividades por distintas partes de la misma dándole vida al verano, negocios de oficio – como una papelería de artesano que “Madre mía”- , dolor en las piernas, historia, mucho bacalao pero mucho, risas, amabilidad, nostalgia, ser observadora del detalle, y personalmente una reconexión hacia dentro, un viaje dentro del viaje.
Reconectar para sanar.
Reconectar para continuar.
Lisboa allá vamos…
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