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El primer punto de Asia a donde mi ser se trasladó hace ya 2 años fue Shanghái, iba a conocer China, un país en el que mi padre había trabajado por 10 años, siendo yo una niña. Antes no había querido ir; ¿como querer conocer el país que me había quitado el poder disfrutarlo por tantos años?


Pero el momento de descubrir el porqué los admiraba tanto había llegado.
Con P. habíamos decidido hacer Couchsurfing en 3 de las 5 ciudades que íbamos a visitar, que era donde podíamos hacerlo. Y lo super recomiendo. Nuestra “Couch” de Shanghái nos había dado todas las indicaciones necesarias para que cuando llegáramos nos tomáramos el colectivo y no tengamos que pagar los 300 yuanes que nos iba a pedir el taxi. Pero las conexiones de los aéreos se atrasaron y solo quedaba el colectivo nocturno que al parecer comparando nombres no iba donde necesitábamos (recomiendo no comprar vuelos que implique llegar a la madrugada si no desean pagar taxi). No había mucha gente en el aeropuerto y yo caminaba afuera de un lado para el otro viendo la manera de esquivar la única aparente opción, diciéndole a P. a viva voz –  no nos vamos a tomar ese taxi y pagar esa plata, tenemos que poder encontrar otra manera –  ya que allí nadie entendía mis palabras no tan amistosas en español (que aquí he editado), eso pensé hasta que apareció nuestro ángel, un español y su amiga dominicana, venidos de un viaje que se había demorado tantísimas horas. Él viviendo en Shanghái hace 4 años, chef, y manejaba muy bien el mandarín. Conocía muy bien la ciudad y los medios de transporte, le dijimos dónde íbamos  y nos dice – vengan con nosotros en este colectivo, se bajan en nuestra parada después yo las subo en el taxi y le doy las indicaciones hasta la casa (80 yuanes).

Ahí nos esperaba E. nuestra “Host” con un italiano que también alojaba de Couchsurfing, así que compartimos comedor, con una estufa eléctrica que debíamos apagar al irnos a dormir porque – Es china chicos, puede pasar cualquier cosa – nos dijo E., y así nos metimos cual gusanos de seda en nuestras bolsas de dormir, porque hacía frío, mucho frío.

Nuestras bolsas de dormir
Nuestras bolsas de dormir

Siguieron días, de caminar, probar cosas raras de la mano de E.,  té con burbujas de gelatina, comer sopa en un buffet de solo sopa, con ingredientes que jamas había visto en mi vida, huevo en gelatina, me sentía Marley (para los Argentinos), caminar, tratar ver una panorámica de Shanghái desde las alturas desde un hotel-restaurant, ver lo comercial de la navidad por doquier, hasta había papanoeles por ahí. Cuando andábamos sin E, la mayor parte del tiempo, nos sirvió mucho tener un papelito con palabras básicas escritas en Mandarín y su traducción al inglés, y también un diccionario en el celular, solo para buscar palabras y el resto a puro gesto y señal. Nos hemos divertido mucho con esto último.

Probando cosas raras
Probando cosas raras

Pasamos Navidad allí, con un estadounidense y con E. Los 4 yendo a comer a una parrilla en la calle, de pinchos asados de lo que uno eligiera, hongos, verdura, carne o pescado. La variedad de hongos que tenían era una locura, que te condimentaban con un “chimichurri chino”, picante, claro está, muy rico . Nosotras con vinchas de luces en la cabeza, adquiridas en la Nanjing road, luego de una compra ilícita al parecer, porque observando a las vendedoras por allí, trato de acercarme a una de ellas para preguntarle por el precio de  2 vinchas, y en eso se acerca un hombre a decirnos – NO – no podía comprender bien que pasaba, pero parecía que ella le pedía que no sacara las cosas y se aleja rápido de mi; en eso viene otra señora y me abre el saco y me muestra las vinchas, le digo dos, me dice un precio, le digo menos, me dice – si -, le doy la plata, me llevo las vinchitas. Me sentí como comprando drogas, me acerco a P. y al estadounidense, y les cuento con todo el asombro lo que había pasado, no podia dejar de reirme. Chochas a festejar la Navidad iluminada.

Chochas con nuestras vinchas de luces
Chochas con nuestras vinchas de luces

Anduvimos por el Bund, es la parte del puerto donde se ve la otra parte de la ciudad y sus edificios extravagantes,  muy lindo ver la diferencia entre el día y la noche y lo que sucede cuando se iluminan de diferentes colores todo, y verlo desde ambos lados del río. Nosotros tuvimos suerte con la contaminación, ya que para esos días era baja y entonces pudimos ver bastante, y sobretodo respirar.

Bund y sus edificios extravagantes de día
Bund y sus edificios extravagantes de día
Shanghái: Bund y sus edificios extravagantes de noche
Shanghái: Bund y sus edificios extravagantes de noche

También anduvimos por el Yuyuan Garden y su mercado, muy lindo, arquitectónicamente y las cosas que podés encontrar allí adentro, imagino que en primavera la parte del parque debe ser hermosa. Vegetación sobreviviendo a la contaminación.

Shanghái: Yuyuan Garden
Shanghái: Yuyuan Garden

Allí, en los alrededores del Yuyuan, caímos en una trampa para turistas pero que valió la pena, porque de otra manera no hubiésemos hecho la ceremonia del té, que fue muy linda, y el cuentito que te armaban estaba genial. Por primera vez reconozco que no me importo ser timada. Se acerca una pareja de Chinos jóvenes a pedirte que les saques  una foto, te empiezan a hablar en inglés, son muy amables, y vos empezás a conversar, ya que la mayoría no habla otro idioma, y después terminas yendo con ellos a una casita de té por allí, en un lugar no muy a la vista, y cuando subís una escalerita te espera una chica en ropa tradicional con todos los elementos de la ceremonia y te va contando todo en Mandarín mientras estos chicos te traducen. El té riquísimo.

Nuestra despedida de shanghái fue caótica, nos perdimos por unas calles tipo Once, y teníamos que volver a casa, agarrar los bolsos tomarnos el subte, llegar a la estación y ver de donde salía el tren (aconsejamos ir con un poco de anticipación porque cuesta al principio entender las tablas de horarios y andenes). A todo, tarde, la despedida con E. de los pelos y llegamos corriendo al tren, con los bolsos, mochilas y el último suspiro. Me dolía la panza.

Shanghai

Shanghai

Shanghai

Shanghai

Empecé a comprender qué era lo que le gustaba de china a mi viejo, más allá de que cada ciudad es diferente y de que ya pasaron muchos años, ya no es la China que recién abría sus puertas a occidente. Pude sentir la vibración de mi papá a mi lado, que ya no me acompaña en este plano, apenas pisé, esa mañana siguiente al llegar, las calles de Shanghai, era como si tratara de mostrarme lo que él veía desde su subjetividad, fue muy emocionante. Y cuando se traspasa la barrera del idioma ya no parecen tan antipáticos, sus sonrisas y su amabilidad son infinitas, porque no es antipatía es vergüenza por no poder comunicarse.

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Un día nací en Italia, otro día me mudaba a Argentina. Mi adicción es viajar; Me apasiona el teatro, y soy actriz, me atrapo la fotografía, soy fotógrafa de viajes; Mis manos abrazaron el Crochet, tengo un mini emprendimiento; entre algunas otras cosas que hoy me potencian. Y me estoy reencontrando con la palabra escrita. Metí todo en la batidora de la vida creativa y voilá.

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